19 de octubre de 2012

Reflexión.


Niebla. Negra, densa, familiar.
¿Dónde estaba? ¿No era este el humo que apareció antes de crear mi mundo?
¿Qué significaba eso? ¿Al morir todo mi mundo se había destruído, era eso?

Pero yo no estaba muerto. Me sentía vivo, me sentía ágil.
Y también infectado.
¿Qué era la sensación que notaba en mi estómago? Qué pregunta, estaba claro que era Sever.
Sentía unas ganas inmensas por mandar el mensaje:


Quemarlo todo.

Caminaba cabizbajo, lento de pensamiento y de reflejo, ajeno a la conversación que estaba teniendo lugar. El Retiro estaba precioso, y decidieron sentarse en la hierba, en un lugar donde diera el sol.
Ellos hablaban, ellos formaban un compacto círculo, reían, pero yo no podía.
Impotente, traté de calmar la ira que estaba empezando a crecer desde lo más profundo de mis entrañas, me tumbé en el suelo, quieto, callado.
Trataba de contener el veneno que hacía arder la sangre. Esto no era el Sever al que estaba acostumbrado a controlar. Era diferente, mucho más directo, mucho más... ¿me estaba volviendo loco?

"Cálmate" decía, insatisfecho conmigo mismo. Estaba claro que a mi alrededor estaba ocurriendo algo traumático para mí.
Pues Sever consistía en eso: era aquello que carecía, aquello a lo que tenía miedo, y Sever aparecía dispuesto a defenderme del peligro.
Pero ya no me daba miedo aquello, fuera lo que fuera. ¿O sí? Diantres, ¿qué estaba despertando a la bestia?

Era ella.
Gracias a Luz creé mi mundo. Gracias a Sombra rectifiqué en el camino. Las dos mujeres que me levantaron, que contruyeron conmigo mi gran palacio, y que más tarde me traicionaron.

Oscuridad no era una excepción. Ella hizo que no me sintiera solo, me dio confianza, y me curó de las heridas que Sombra, tiempo después de acompañarme al Palacio de las Mentes Carmesí... Sombra, mi pequeña aprendiz...
Cuando volví de aquel palacio ella ya no estaba.
Eran reales.
Y ahora Oscuridad me dañó en lo más profundo. No me dañó mucho, no fue más que un leve corte. Pero fue en lo más profundo de mi alma.
Oscuridad tuvo en su mano acabar con un gran porcentaje de Sever... y se arrepintió, no quiso hacerlo cuando llegó la hora de la verdad.
Eso me pilló con las defensas bajas, y Sever, vivo, me dio cuando menos me lo esperaba...

El espadón que clavó en mi pecho.

Así observaba a mis compañeros... mis odiados compañeros... ¡maldita sea, debía controlarme, ahora más que nunca! Pero la sensación de odio cubría mis entrañas, mi piel, mis gestos, ¡mis ojos!
¡Y veía con incredulidad las visiones de lo que quería que sucediera! Me vi lanzando mi móvil a la nariz de uno, haciéndole sangrar... herir en lo más profundo de su alma a otro...

¡Contrólate, Mil Mentes!
¡JAMÁS!
¡Tu odio reprimido es tu debilidad! ¡Cúlpate a ti mismo!
¿No entiendes que me gusta? ¡Me gusta! ¡Deseo acabar con todo, destruir el mundo e inmolarme entre las lágrimas de ver las llamas y acabar con toda la esperanza!
¿Realmente estaba condenado a ceder ante mis impulsos? ¿Realmente lo deseaba?

-Destruir para luego destruirte... es muy típico entre los que poseen un gran dolor y no son capaces de digerirlo.

Miré entre lo más profundo de la niebla. Una figura emergía, caminando hacia mí de manera irregular. ¿Había supervivientes en mi mundo absolutamente destruído? ¿O es que no estábamos en mi mundo?

-Tienes que resistir, Mil Mentes. Ahora mismo es tu única arma.

Allí se encontraba ella, cojeando, apoyándose en su espada para poder andar, herida. Era mi sentimiento luchador, mi lado más espartano, pero juguetón... allí se encontraba. Luchadora. Me acerqué a ella, pero con un gesto me indicó que me quedara quieto.

-¿Estás bien? Por el amor del destino, ¿qué te han hecho?
-¿Que qué me han hecho? -rió -. ¿Qué me has hecho tú?
-¿He destruído el mundo? Oh dios mío...
-Calma -me dijo, acariciándome el cuello con la palma de su mano, con ternura.

Tosió manchas rojas que hacían brillar el suelo, un brillo que la niebla que me rodeaba no podía tapar.

-No estás en tu mundo. Estás más abajo. En el tercer nivel.
-¿Qué? -miraba a mi alrededor consternado, aun sabiendo que solo me respondería la oscuridad.
-Es un nivel que actualmente gobierna Sever. El inframundo.
-¿No deberíamos destruir este mundo? -intenté sacar una de mis espadas, pero no podía.

Negó con la cabeza.

-Este mundo, Mil Mentes... si descubres y aprendes a controlarlo, te aseguro que no volverás a echar de menos al que hay más arriba.
-¿Y por qué estás así?

Se sentó en el suelo, con dolor. Hablaba mientras jugueteaba con la punta de su espada entre sus dos botas.

-Porque has sido consciente de una realidad.
-¿Estás muerta?
-¿Muerta? No, allí arriba estoy mejor.

La miré extrañado, pensativo.

-No debería ser así. Los cambios superficiales son cuantiosos, pero son los que están muy adentro los que son difíciles de cambiar.
-Y me temo -contestó, con seguridad -, que es allí abajo, en el cuarto o quinto nivel, donde te has dado cuenta de esa realidad.
-¿Qué realidad?

Miraba al horizonte como si pudiese ver más allá de la niebla.

-No importa, de verdad -dijo mientras se levantaba, molesta por la pierna que apenas le respondía -. Debes resistir, Mil Mentes. El veneno de esa espada recorre tus venas dispuesto a acabar contigo.

Solo habían dos salidas entonces.

-Exacto, solo hay dos salidas. O bien hallas la forma de desembarazarte de este veneno allí en el exterior con tus amiguitos, o bien, dado que no parecen muy por la labor, peleas contra él.

Se iba, cojeando como vino. Y yo necesitaba su apoyo más que nunca.

-¡Espera! ¡Te necesito, no me dejes!
-Voy a estar siempre contigo -su figura se alejaba, pero su voz se oía en todas partes -, observándote desde la línea del horizonte. Pelea, Mil Mentes. Pelea, y después convierte todo este odio en energía para ayudar.

Cerré los ojos dejando que la niebla me envolviera, mientras me levantaba de la hierba y respiraba con alivio, pues había logrado controlarme.

Debía resistir y remontar aquel veneno, pues era mi única arma.

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